Título original: La Chiesa.
Otros Títulos: The Church, Cathedral of Demons, Demon Cathedral, Demons 3, In the Land of the Demons.
Otros Títulos: The Church, Cathedral of Demons, Demon Cathedral, Demons 3, In the Land of the Demons.
Dirigida por: Michele Soavi.
Reparto Actoral: Hugh Quarshie, Tomas Arana, Feodor Chaliapin Jr., Barbara Cupisti, Antonella Vitale, Giovanni Lombardo Radice, Asia Argento, Roberto Caruso, Roberto Corbiletto.
Duración: 97 min.
País: Italia.
Guión: Dario Argento, Franco Ferrini, M.R. James.
Música: Keith Emerson, Philip Glass, Goblin, Fabio Pignatelli.
Fotografía: Renato Tafuri.
Sinopsis:
En plena Edad Media, los Caballeros Teutónicos, "frailes guerreros de crueldad legendaria", exterminaron un poblado de brujas, enterrándolas en una fosa común sobre la cual se erigirá una catedral, como barrera frente a las fuerzas del Maligno. Ya en nuestros días, algo sucede que tiene relación con dicho suceso...
Crítica:
En 1988 llegaría, bajo producción de Dario Argento, El engendro del diablo (La Chiesa), de Michele Soavi, la cual contaba con un holgado equipo de producción dentro de los parámetros de la serie B. El rodaje tuvo lugar entre Roma, Hamburgo y Budapest, y la banda sonora contó con la participación de Keith Emerson, Philip Glass, Simon Boswell y, cómo no, los magníficos Goblin. Y para colmo, podríamos gozar en un papel destacado de la jovencísima y apetitosa Asia Argento.
Sin duda, lo más sugestivo de la cinta se halla en su prólogo histórico, de tonos apergaminados, que nos devuelve toda la fuerza y el arrebato del fantástico continental. Tras este prólogo, un habilidoso encadenado nos muestra la catedral en nuestra época, en la cual se están llevando a cabo unas reformas arquitectónicas.
Así, el bibliotecario (Tomas Arana) y la arquitecto (Barbara Cupisti, habitual de Soavi), pista tras pista, irán desmadejando la amenaza que se cierne en torno al templo sagrado. Una de las claves la dará, evidentemente, El misterio de las catedrales, la famosa obra del alquimista francés Fulcanelli, quien será citado repetidas veces a lo largo de la película.
Pero una vez descubierto el pastel, mediado el metraje, el interés decae enteros. Soavi pretende jugar con lo tangible y lo intangible, lo susurrado y lo ominoso, pero cae en un discurso redundante, cerrado e ilegible, carente de toda lógica interna (así, el bibliotecario, tras ser poseído por agentes sobrenaturales, muta en demonio para, al día siguiente, recobrar su aspecto humano, o el sacristán, tras automutilarse con un taladro, aún tiene ganas de revivir y empalar a una incauta feligresa).
Evidentemente, Soavi ha querido crear una obra de ritmo interno, quizás a la manera del magistral Fritz Leiber en su novela Nuestra Señora de las Tinieblas (Our Lady Of Darkness), en la cual la acumulación de acontecimientos no admite lectura lógica alguna; más bien es una extraña y plácida (o no tanto) inmersión en lo onírico y lo desconocido. Pero Soavi no posee el talento narrativo de Leiber; sus maneras son más agrestes.
No olvidemos que el guión de El engendro... corre a cuenta de Argento, Soavi y Franco Ferrini (inseparable del primero durante una buena temporada), lo cual asegura diálogos de besugos. Quizás el más extremo tiene lugar cuando el sacristán lava la boca con jabón a su hija (Asia Argento) mientras la mujer exclama con naturalidad: "No te olvides de traerme las cebollas".
También en esta película aparece otra de las debilidades de Soavi: Polanski; concretamente La Semilla del Diablo (Rosemary´s Baby, 1968). De este modo, la secuencia onírica de la cópula de Mia Farrow con la Bestia es aquí calcada sin criterio, a modo de fan fatal: Barbara Cupisti pasea desnuda por la catedral, observando sus propios pies (plano idéntico al filmado por el polaco) para, a continuación, ser rodeada por los sectarios y penetrada por la Bestia.
Más allá del detalle puntual, la base de la historia recuerda en su esqueleto a cierto relato del británico Clive Barker, "La vida de la muerte", en el que una catedral en ruinas oculta los cadáveres de las víctimas de la peste que asoló Londres. Y después, en nuestros días...
A pesar de la mitomanía e inmadurez narrativa del italiano, hemos de reconocer su buen ojo, pues casi cada plano supone un acierto estético. Acaso se le podría achacar falta de mesura, un barroquismo algo exagerado, pero sin duda con El engendro del diablo ya demuestra cierto oficio tras la cámara.
Hablar de posiciones ideológicas en un envoltorio tan confuso como es el propio film equivaldría a meterse en arenas movedizas, pero ya Soavi va dejando las cosas claras: la iglesia católica puede ser una institución siniestra, y los cultos paganos una forma de liberación. Cierto es que esta postura le ha provocado conflictos, por lo cual es doblemente meritorio que la mantenga.
Como curiosidad, decir que antes de este film, Terry Gilliam contrató a Soavi como director de la segunda unidad para Las aventuras del barón Münchhausen (The Adventures of Baron Münchhausen / Die Abenteuer des Baron Münchhausen, 1987), una producción anglo-germana que se rodó en los estudios Cinecittà.
Música: Keith Emerson, Philip Glass, Goblin, Fabio Pignatelli.
Fotografía: Renato Tafuri.
Sinopsis:
En plena Edad Media, los Caballeros Teutónicos, "frailes guerreros de crueldad legendaria", exterminaron un poblado de brujas, enterrándolas en una fosa común sobre la cual se erigirá una catedral, como barrera frente a las fuerzas del Maligno. Ya en nuestros días, algo sucede que tiene relación con dicho suceso...
Crítica:
En 1988 llegaría, bajo producción de Dario Argento, El engendro del diablo (La Chiesa), de Michele Soavi, la cual contaba con un holgado equipo de producción dentro de los parámetros de la serie B. El rodaje tuvo lugar entre Roma, Hamburgo y Budapest, y la banda sonora contó con la participación de Keith Emerson, Philip Glass, Simon Boswell y, cómo no, los magníficos Goblin. Y para colmo, podríamos gozar en un papel destacado de la jovencísima y apetitosa Asia Argento.
Sin duda, lo más sugestivo de la cinta se halla en su prólogo histórico, de tonos apergaminados, que nos devuelve toda la fuerza y el arrebato del fantástico continental. Tras este prólogo, un habilidoso encadenado nos muestra la catedral en nuestra época, en la cual se están llevando a cabo unas reformas arquitectónicas.
Así, el bibliotecario (Tomas Arana) y la arquitecto (Barbara Cupisti, habitual de Soavi), pista tras pista, irán desmadejando la amenaza que se cierne en torno al templo sagrado. Una de las claves la dará, evidentemente, El misterio de las catedrales, la famosa obra del alquimista francés Fulcanelli, quien será citado repetidas veces a lo largo de la película.
Pero una vez descubierto el pastel, mediado el metraje, el interés decae enteros. Soavi pretende jugar con lo tangible y lo intangible, lo susurrado y lo ominoso, pero cae en un discurso redundante, cerrado e ilegible, carente de toda lógica interna (así, el bibliotecario, tras ser poseído por agentes sobrenaturales, muta en demonio para, al día siguiente, recobrar su aspecto humano, o el sacristán, tras automutilarse con un taladro, aún tiene ganas de revivir y empalar a una incauta feligresa).
Evidentemente, Soavi ha querido crear una obra de ritmo interno, quizás a la manera del magistral Fritz Leiber en su novela Nuestra Señora de las Tinieblas (Our Lady Of Darkness), en la cual la acumulación de acontecimientos no admite lectura lógica alguna; más bien es una extraña y plácida (o no tanto) inmersión en lo onírico y lo desconocido. Pero Soavi no posee el talento narrativo de Leiber; sus maneras son más agrestes.
No olvidemos que el guión de El engendro... corre a cuenta de Argento, Soavi y Franco Ferrini (inseparable del primero durante una buena temporada), lo cual asegura diálogos de besugos. Quizás el más extremo tiene lugar cuando el sacristán lava la boca con jabón a su hija (Asia Argento) mientras la mujer exclama con naturalidad: "No te olvides de traerme las cebollas".
También en esta película aparece otra de las debilidades de Soavi: Polanski; concretamente La Semilla del Diablo (Rosemary´s Baby, 1968). De este modo, la secuencia onírica de la cópula de Mia Farrow con la Bestia es aquí calcada sin criterio, a modo de fan fatal: Barbara Cupisti pasea desnuda por la catedral, observando sus propios pies (plano idéntico al filmado por el polaco) para, a continuación, ser rodeada por los sectarios y penetrada por la Bestia.
Más allá del detalle puntual, la base de la historia recuerda en su esqueleto a cierto relato del británico Clive Barker, "La vida de la muerte", en el que una catedral en ruinas oculta los cadáveres de las víctimas de la peste que asoló Londres. Y después, en nuestros días...
A pesar de la mitomanía e inmadurez narrativa del italiano, hemos de reconocer su buen ojo, pues casi cada plano supone un acierto estético. Acaso se le podría achacar falta de mesura, un barroquismo algo exagerado, pero sin duda con El engendro del diablo ya demuestra cierto oficio tras la cámara.
Hablar de posiciones ideológicas en un envoltorio tan confuso como es el propio film equivaldría a meterse en arenas movedizas, pero ya Soavi va dejando las cosas claras: la iglesia católica puede ser una institución siniestra, y los cultos paganos una forma de liberación. Cierto es que esta postura le ha provocado conflictos, por lo cual es doblemente meritorio que la mantenga.
Como curiosidad, decir que antes de este film, Terry Gilliam contrató a Soavi como director de la segunda unidad para Las aventuras del barón Münchhausen (The Adventures of Baron Münchhausen / Die Abenteuer des Baron Münchhausen, 1987), una producción anglo-germana que se rodó en los estudios Cinecittà.
Por David G. Panadero
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Fuentes:
http://www.filmaffinity.com/es/film577467.html
http://horrorelhorror.blogspot.com.es/2011/12/el-engendro-del-diablo-la-chiesa-1989.html
http://losmartesdelterror.blogspot.com.es/2009/03/martes-24-de-marzo-la-chiesa-1989.html
http://losmartesdelterror.blogspot.com.es/2009/03/martes-24-de-marzo-la-chiesa-1989.html
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